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"De occultis” de Guadalupe Ruiz Camacho

En Antorchas (fig. 12), el rostro blanco pintado de maquillaje es también como una máscara. La mujer sabe jugar con las apariencias y desempeñar un papel en el mundo del espectáculo (Entrada triunfal, fig. 13). Sabe utilizar su cuerpo en el mundo de la prostitución, como en Insurgentes esquina Viaducto (fig. 14). Ese cuadro es conmovedor por el acercamiento entre el rostro de una mujer tan joven, dulce y expresivo, y su cuerpo sin rostro, como un maniquí sin vida. En los cuadros de Guadalupe, el rostro de la mujer, cuando no es una máscara, a menudo no es representado, o sólo esbozado, o se encuentra separado del cuerpo. En Las manos de la moda (fig. 15) presenta a un maniquí sin rostro llevando en la mano una bolsa transparente con la cabeza de la mujer: es una crítica humorística de la moda, que a las mujeres nos trae de cabeza.

Identidad de la mujer: adentro

Fuera de la sociedad, la mujer se reencuentra con sí misma. En el baño de Aquí y ahora (fig. 16), se queda ensimismada. El espacio del cuadro se divide en dos partes: por un lado, sería el mundo exterior (de color oscuro) y por otro lado el mundo interior (de color azul). La mujer mira hacia ese mundo interior. Ella cruza las manos: una mano, que lleva un guante (de color oscuro) y tiene un bolsito está orientada hacia el lado exterior, mientras que la otra mano, desnuda, que tiene un rollo de papel higiénico, se orienta hacia el lado interior. El rollo de papel de color blanco reina en el centro de la imagen. En Sonrisa sin pena (fig. 17), otra vez fuera de la sociedad y en toda libertad en la naturaleza, la mujer, sin maquillaje, da rienda suelta a su alegría de niña.

Generaciones de mujeres

De la niña pasamos a la abuela. En Tan cerca y tan lejos (fig. 18), la cabeza de una señora anciana es pintada con mucha precisión - es un retrato -, y viene agrandada con respecto al cuerpo, como en las caricaturas. La mujer está cómoda en un sillón, vestida de un traje sedoso y refinado, el cual la cubre hasta los pies. Sin embargo, sus pechos desnudos recaen por encima de su ropa. En el suelo, hay una alfombra en forma de tablero evocando el ajedrez (símbolo relacionado con la muerte), pero circular. En el segundo plano, se percibe una muchedumbre de personas de pié, indistintas. Ese cuadro podría ser un homenaje a la abuela, llevada a lo lejos por la alfombra voladora del tiempo, pero siempre cerca por ser la madre que alimentó a los descendientes.